30 septiembre 2015

EN LA AZOTEA




En esta ciudad del bajo Guadalquivir, el nivel freático es presencia a la distancia que un niño ahonda un hoyo con sus manitas, en tanto juega. Mientras la fiesta en la Alameda y el tráfico rodado exasperan al más templado de los hombres serenos; por eso subir a la azotea es vivir en la vecindad del mismo cielo. Tejados, monteras y otras azoteas ondean al viento abanderadas sábanas que se agitan saludándote sin distinción entre casas, calles ni abolengos. El cielo está azul, pero una masa de algodones inmaculados se persiguen una tras otra como quien corre un tul blanco entre el poniente y el nordeste, usando el mismo pasillo que ha abierto la brisa. Espadañas que se asoman a curiosear el repique te las campanas vecinas, conventos y parroquias en competencia, tañen la llamada de las horas. A ras de suelo, el tráfico subraya el caos que en la azotea se ha convertido en paz. A media distancia la Torre de los Perdigones y a mis espaldas la de Don Fadrique, y un batir de alas de vencejos con sus gorjeos característicos. Hacia el norte, el Puente del Alamillo con su tirante enhiesto y enseñoreado y, hacia el sur, siguiendo el discurrir del río, la Torre Pelli con sus muchos metros de redondez y orgullo reciente. Al sureste, el señorío barroco de Sevilla rematado en Giradillo. En la azotea, el panorama es como un pinar de cemento y ladrillos, un lugar donde respirar y una perspectiva desde la que todo está más cerca de lo divino que de lo humano.

29 septiembre 2015

MUJER DE AIRE



¡Ven conmigo hasta el quicio
donde amaina el viento,
hasta el recodo
donde todo parece remoto
y está al alcance de nuestras manos!
¡Vamos, vamos allá donde se retuerce
el aire, para imitar su escorzo
con tu cintura de agua en torno a mí,
mujer de aire;
hasta que logres
hacer diana lenta en mi boca!
¿No ves que muero de sed?
¿No ves mis labios cuarteados
por la hambruna de tus besos?
Mujer de aire, ¡llévame!,
¡arrástrame a la ciénaga
de tus brazos, hasta sofocar
el desierto de mi boca
en el lago rojo que delimitan de tus labios!
¡Ven! ¡Vayamos juntos a navegar
las turbulentas agua del viento,
donde troquelarnos la unicidad!

28 septiembre 2015

DENTERA



Todo principio tiene un final,
como todo final es comienzo
de un tiempo nuevo que reverdece
evolucionando en variedad.

El final del verano trae en su mochila
una cosecha de membrillos
que, al modo tradicional
de pelar y comer a mordiscos
como cualquier otra fruta, da dentera.

Los membrillos dan dentera
con la misma exasperación
que el comienzo del otoño
nos sorprende con un escalofrío,
una tormenta o una llovizna caladera.

Se cuecen los membrillos
con su proporción de azúcar
y su puntito de canela,
sin dejar de remover;
se dejan enfriar, moldear,
y asumen una nueva corporeidad,
un producto diferente,
manufacturado y sabroso.

Me da dentera que este forzado final
sea un punto y aparte,
el epílogo de un desaire:
unos con su barretina
y su estelada; tú y los otros…
tú y nosotros, con dentera.

27 septiembre 2015

MIENTRAS



Mientras la soñaba,
ella era luminosa como un astro
que encendía su entendimiento,
como el lucero centelleante
de la media noche
que a veces es cuarto
y otras una escarapela dorada
en sus trecientos sesenta grados;
una conmoción
que le carcomía el pensamiento
y el deseo en los sofocos involuntarios
del descanso nocturno.
Mientras la soñaba,
su mente modelaba sus curvaturas
con la plasticidad
de un reputado imaginero licencioso
que inclinaba cóncavo y convexo
hacia una misma unicidad
en la que hacerse infinitud.
Y todo ello, cuando horas antes
ella le había despedido con el acero helado
de un para siempre,
como trueno desgajado del averno.
Mientras la soñaba… 
ella seguía habitando sus lóbregos cobijos.

26 septiembre 2015

AHORA



Ahora que las hojas se ocrerizan
y desfilarán por el camino mustio
que en breve será caída libre. Ahora
que el sol empieza a vestir veladuras
grises en el amanecer y rojos violáceos
en el ocaso amalgamado del otoño.
Ahora que las tardes de escalofríos
invitan a consumir frutos secos
mientras discutimos de temas hueros
o de asuntos trascendentes
en el que nos jugamos algo más
que una vigencia inmediata.
Ahora es el momento adecuado
para barajar los tiempos verbales:
el pretérito de las cosas;
─también el pretérito nuestro─
este presente agitado y ciego
que parece acabar en el precipicio
que lleva a la nada,
de la mano de la desconfianza,
y también al renacer de toda semilla
que da la vida dejándose enterrar
para conjugar un futuro perfecto.
Ahora. Ahora es el tiempo
de contemplar la vida en perspectiva.

25 septiembre 2015

RAYO DE LUZ



Un rayo de luz por la ventana,
un visillo transparente
y diáfano que se afana
en mirarte fijamente,
para encender tu mirada
y hacer un alto en tus juegos.

Una manos que acarician
al tiempo que son bufanda,
y el pensamiento perdido
por los recodos del aire
revolotean y se enredan
en el jazmín que adormece
y en el laurel que verdea
cánticos de triunfadores.

Reposas sin posar; echada,
sosegada tras los jadeos
de los juegos,
vencida ya la mañana.
Un instante, un parpadeo
de esos ojos que departen,
que dan mimos al minino
y que en tus faldas se amansa.

24 septiembre 2015

TONOS DORADOS

Fotografía de Escolástico Martín Jiménez


Los atardeceres se visten de incendio
cuando el otoño pasa la hoja del calendario;
se tiñe el crepúsculo
de encarnados nubarrones
que en lugar de amenazas
agitan sus brazos de pintor enloquecido,
embadurnando cielo y mar
de apasionada despedida.

Ya han comenzado a acortar los días,
amanece más tarde y atardece
con languidez y desgana;
en los tramos azules, amenazas
de un tiempo revuelto
como siempre se retuercen los cambios
en la naturaleza humana.

Vendrán días de lluvia y paraguas;
la arboleda destejerá la clorofila
en mustio apagado, tendente al ocre;
en los suelos chasqueará el crujido
de los pasos perdido con música
de acompañamiento, camino del inicio de curso:
una suerte de muerte previa
a la dormición invernal y al renacer.

23 septiembre 2015

EN LA INOPIA

Fotografía de Isidoro Jara



La playa, organismo vivo,
agitado por los vientos
y el cosquilleo que le provocan
las mareas. Vida, apaciblemente
inerte, cuyas dunas saben
de ondulaciones y traslados
más que quienes limpian
de matojos y acicalan la playa
para límpidos turistas.

Vallas de madera; peinetas
al viento que ponen artificio
a la sustracción de lo natural;
urbanismo marengo y malévolo
que trastoca porque se equivoca.

Cae la tarde, el lucero mayor
declina por el poniente
e inunda de luz extraordinaria
su muerte cotidiana y nueva,
retorciéndose espasmódica
como cisne que danza su agonía;
el espectáculo está servido,
es ocasión única; unos instantes
de esplendor irrepetibles…

Palidece el día y empalidecen
quienes viven en la inopia,
obcecados en las redes sociales
reiterando vacuidades y “me gusta”,
sin comprender el desprecio
con el que atentan contra sus vida;
dejándose arrastrar por fabricantes
de ídolos con los pies de barro.

22 septiembre 2015

PLAYA DEL CABLE



Esta soledad en calma,
este amanecer trasplantado
y el deseo fantaseando al alba
por las desnudas arenas
de la playa, espantando gaviotas,
espabilando ensueños
y adivinando a lo lejos
el sudor penoso de la pesca,
cuando los barcos se acercan
con la línea de flotación sumergida
al remanso de la bocana del puerto.

Uno se echa a dormir en su cama
y se levanta allá donde le apetece;
así es la libertad, cuando sopla a favor
el viento utópico de los ensueños.
Hoy me desperté en la Playa del Cable
─en mi Marbella añorada─
y me dejé llevar por la música en salazón
y la dulce nata montada de la orilla
poniendo orlas de festón y contrapunto.

21 septiembre 2015

ESTRELLA PURÍSIMA



Una estrella purísima,
majestuosa y elegante
en su eclosionar,
cuando se multiplica
en puntiagudos destellos
albos, níveos, vaporosos,
livianos, ingrávidos…
En el punto de maduración,
suelta amarras y vuela,
surca los cielos dispersándose
y dejándose llevar
por el baile conclusivo
de la existencia
a capricho de los vientos,
como esporas que mueren
para dar nuevamente vida,
para eternizarse en el ciclo
de nunca acabar.

20 septiembre 2015

REQUIEM POR UN ÁNGEL



Hoy se ha hecho cometa luminosa,
tras cerrar sus ojos para siempre,
quien fuera sonrisa radiante y sonora
y ha escapado por encima de las nubes
hacia las fisuras de lo imperecedero.

En su madurez, María Isabel, seguía
siendo una cascada de jovialidad
─a pesar de los quebrantos de la vida─
y se agotó en sí misma anticipando
el fin que a todos nos espera.
Seguro estoy que ya ha sido abrazada
por la ternura del Padre celestial.

Éramos de la misma generación,
del mismo pueblo, con sus aulas
de chicos y chicas. La misma plaza.
Compartimos la inocencia de
los primeros juegos, la alegría
desbordada de aquellos
primeros e inocentes guateques.

Llegado el momento, la vida
nos trazó líneas divergentes,
pero seguía siendo festivo cada uno
de los reencuentros. Compartimos
duras confidencias, y es que vivir
es un elevado riesgo del que hoy
te has fugado, tomando la delantera;
pero, recuerda, estamos emplazados
para en el espacio definitivo,
en el que poder gozar de nuevo
de tu lúcida sonrisa por la eternidad.

He sentido con dolor tu partida,
pero me reservo las lágrima para
la alegre pervivencia que nos espera.

19 septiembre 2015

COMO VIENTO NOCTURNO



Pasó en la noche, soplaba
como suele hacerlo el viento
en carrera desorientada
y haciendo ruido; silbando
en cada esquina
como acompasando los sueños.

Me despertó la música
portando aromas de madera
sin maestro que la dirigiera
─batuta en mano─
y sentí una gran desolación
cuando se interrumpió la escalada
al castillo de los ensueños
en el que andaba encaramado.

A veces los hechos, otras
las circunstancias externas,
son tozudas como mula uncida.
Me ofusqué en los rizos
del viento en las encrucijadas,
y aprecié que se había sumado
el metal a la madera resoplando
con todas las fuerzas;
en la espadaña se hizo una coda
y creí detectar los timbales
subrayando la armonía en scherzo
inesperado en momentos agónicos.
Cuando todo era un piélago
atormentado y la voz no salía
de las almenas del alma,
tres mates consecutivos de Gasol
me elevaron del foso a la atalaya.

18 septiembre 2015

MÚSICA AL SOL



Se había encaramado a lo más alto
como quien busca la asistencia directa
de lo más supremo. Hace música;
se tiene aprendido una suerte de acordes
y melodías pegadizas del repertorio
universal. Casi aporrea las teclas,
pero hace música inteligible para oídos
que no sean demasiado exigentes.

Sentado en su humilde banqueta de plástico,
acaricia el repertorio que todos ignoran
y que si les prestaran atención
podrían tararear. Es música pegadiza,
aunque a los melómanos les suena
a agresiones acústicas. No es músico;
el lo sabe y tuerce el cuello, como quien
se avergüenza y pide perdón. Sabemos
que es un buscavidas que cruzó la frontera
cargando el instrumento con el que
esgrimir los muchos bostezos
del hambre balcánico del que procede.

Está situado en todo lo alto, a pleno sol,
por delante de la forja del atrio. Sólo
aspira a la misericordia con gesto amable.

17 septiembre 2015

MIGRANTES



¿Cómo explicar a mis nietos
que la vida no es lineal,
que la vida es una historia
de incesantes migraciones,
un tutto revoluto con la gracia
del imprescindible mestizaje?

El hombre está en tránsito,
hacia un después que a unos
lleva al paraíso y a otros al vacío;
una constante búsqueda
en la que son pocos los que acaban
encontrándose a sí mismos.

Hasta que aprendió a cultivar,
el hombre salía cada día en busca del sustento:
la agricultura lo hizo conservador
y se asentó en lugares propicios
que fueron la codicia
de los desarrapados amigos de lo ajeno.
Llegaron las sequías,
arramblaron las tormentas,
y las inundaciones acabaron con los silos:
de nuevo la trashumancia.

Con frecuencia el hombre esquilma
la tierra de tanto afanar para hoy
sin conjugar el condicional
ni acordarse del futuro imperfecto:
de nuevo levantar la tienda y a buscar
el pan y el agua a distancias insospechadas.

Atrás quedaron los restos de los antepasados,
la sabiduría de los abuelos y los augurios
de bueno o malos tiempos de caza, pesca o cosecha:
una nueva migración a las migajas que caen
de mesas ajenas, tras la anhelada supervivencia.

La historia del hombre es un ir
y un venir en búsqueda; a veces
forzados a huir del filo de la espada,
otras tomando por iniciativa la conquista,
siempre en constante movimiento…

La felicidad es una utopía
que cada día se pone tras el mar
o las montañas, como lo hace el sol;
una pompa de jabón que se escabulle
por entre los dedos y nos impulsa
a correr tras ella colmados de ilusión.

Así, así es el instinto de supervivencia.

16 septiembre 2015

MARCHITO



Llegué con antelación,
colmado de impaciencia, inquieto
por escabullirme entre tus brazos
y jadeante por el galope
de mi corazón desenfrenado.
Hacía casi una semana
que había tenido que contentarme
con sobredosis de imaginación
para deleitarme con el aroma
de tu cercanía.
Soñaba cada minuto en verme
reflejado en el brillo de tus ojos,
en el mar en calma de tus pupilas.
No estabas a la hora convenida
e inventé para ti excusas
por cada una de las posibles preguntas,
en caso de poder hablar y no verme preso
en la arropía escurridiza de tus labios…
Pasaba media hora, me levantaba y sentaba
con el azogue de la impaciencia;
el jinete de mi corazón
me sacaba tres cuerpos y seguía avanzando;
caía la noche, crecía la hierba
bajo mis pies y la vida se iba paralizando
hasta hacerse un fotograma
en blanco y negro, las flores ya marchitas…
No he vuelto a saber de ti,
ni quiero saber de mí,
de mi vida tronchada en un banco de hierro.

15 septiembre 2015

SALA DE ESPERA



Sala de Espera. Litografías anatómicas
y paisajes urbanos donde la arquitectura
reviste papeles secundarios.
Espera que desespera y gente
desconocida que ni mira ni habla;
se entrecruzan chasquidos eléctricos,
miradas escrutadoras que no acaban
ni en encuentro ni en palabras.
El tiempo de espera es denso, espeso
como la mermelada de naranja amarga.
Un silencio que acaba por abrir la boca
y dejarla a la intemperie de una bata blanca.
En una mesita baja un cestillo de flores
atemporales para las que no pasan
las estaciones ni conocen un vivero;
una docena de revistas manoseadas
y primeras planas que dejaron de ser notica
que ni me atrevo a hojear con el ojeo,
para no tener que pasar al cuarto de baño.
Al fondo, ruidos metálicos a través
de una puerta indiscretamente mal cerrada
y pocas palabras con rumor de despedida.
¡Ya me toca, ya estoy a punto de pasar!
Así es. ¡Abra la boca! Comienza el suplicio
de los gestos y jergas con la enfermera.
¡No va a notar nada! ¡Será visto y no visto!
Resisto un pinchacito y llega la dormición
local y se me pone la cara de bobalicón:
el dentista manipula, pregunta
y respondo con gestos adormecidos.
Anuncia el presupuesto y facilidades
de pago; luego me va a costar…  un ojo.
Saludo cordial y la sonrisa blanca
de la enfermera anticipa la minuta
y la nueva cita, antes de abrir la puerta;
todo en un santiamén indoloro,
incoloro, amable, insípido y caro.
Hay muchos motivos por los que odiar
a los dentistas, pero en estas circunstancias
no se me ocurre ningún improperio.