31 julio 2015

AMANECE



Amanece. Todavía se arrastran sombras
dilatadas más poderosas que la luz
naciente y tímida. Salgo con sigilo
de la cama envuelto en penumbra.
Descalzo, siento el alivio del mármol
ascendiendo por los pies y regenerándome.
En la terraza, la luz es claror ascendente
y los pájaros ensayan sus primeros vuelos
elevando acrobáticos coros de alegría
animados por el canto del gallo.

Mi mirada primera es de queja
por un despertar precipitado,
cuando el descanso, sobresaltado,
no había llegado a colmo complaciente.
No hay tal silencio, sino espectáculo
de luz y sonido superior al imaginado:
los árboles son instrumentos en brazos
del aire; deambulan a lo lejos dos
trasnochadores a los que les amaneció
la fiesta y vocean sin respeto entre sí
ni para los que descansan todavía.
Se alejan con la cantinela del “y tú más”
y el silencio natural vuelve a sus posiciones,
cuando la luz ya se ha desparramado
y el cielo se torna en débil azul
con leves brochazos de blanco
que acabarán por dispersarse. Amanece
y la danza del sol en su ascensión
matutina, es gozo restrictivo para quienes
por deber o devoción madrugaron.

Amanece mientras despierto completamente,
un evento diario y en directo,
siempre igual. Siempre diferente.

30 julio 2015

BORRADOR DE POÉTICA



Me calo la boina del verso
porque es más entallada
que la camisola o levita de la prosa
y así sugiero ahorrando palabras,
oraciones, párrafos y capítulos.

Jugar a poeta te permite
verbos sin predicado
y un sujeto singularísimo
casi nunca elíptico y siempre
cercano como lo es el tuteo. Tú,
a ti te digo; tú que no me conoces
llegarás a saber de mí por mis versos
─si acaso intimas con ellos─
lo que digo, lo que callo y lo que omito;
sabrás más que quien
se cruza conmigo en la escalera
y no sabe que, a veces, respiro
por heridas propias y ajenas.

No me someto a corsé,
ni bailo rigodón,  ─pasó la moda─
ni me atraen las grandilocuencias,
los tisús o los drapeados.
A mi edad, cada día es una fiesta
que visto con lo que encuentro,
y aunque desde Homero todo es mímesis
me afano en ser y estar en  forma
novedosa en cada verso.

No hago discursos estructurados,
sólo el caos de un pegote de barro:
sin exordio, ni exposición, ni argumentación,
ni síntesis conclusiva; un emplasto
del que van surtiendo perfiles y aristas
como destellos ensartados en un collar
intencionadamente poliédrico y polisémico.

29 julio 2015

AVENIDA DEL MAR



Por este calidoscopio
─mapamundis comprimido─
pasa una dispar pasarela
ante este banco de diseño;
a mis espaldas canturrea
el rumor del agua de unos surtidores
y por delante se pasea Babel
con todos los acentos y etnologías.

Se acerca el atardecer;
ya no es la luz rabiosa, sino atenuada;
todavía el día ofrece una dispar visión
de gente que sube de la playa
con pocos bártulos y el bañador
dejando un cerco húmedo
sobre la bata o camiseta que dibuja
el boceto anatómico farragoso.

Otros salen del parking ligeros, pero
ostensiblemente de fiesta:
algunos brillos, exagerados tacones
sobre elevadas plataformas. Dorados,
plateados, lentejuelas…  y todos
regresarán ajados y con cefaleas
digestivas y otros extremos al amanecer.
En la espesura, una mixtura de mirones
y exhibidores se contemplan recíprocamente
sin minucioso ni pegajoso interés.

La Avenida del Mar es una agitación
de la mirada y una retrospectiva por donde,
al tiempo, se goza el ayer, mi ayer de niño,
y mi hoy de las diversidades asimétricas.

28 julio 2015

CANCIÓN DEL PINO



Cuando la brisa se filtra
por entre las agujas verdes
con aroma a resina,
cuando se escabulle
por entre las rendijas
de diez mil o cien mil acículas
y suena a solo de flauta travesera,
ante una gran orquesta
que argumenta en silencio;
cuando el paseo por el monte
se hace extenuación extrema
y te dispones al descanso
mientras repones fuerzas,
en esa improvisada sobremesa,
te acoge la dulce y tupida
alfombra de un pino piñonero
y te ofrece por tapiz de faquir,
el mullido suelo acerado de ocre
sobre el que no es fácil el acomodo,
pero sí muy placentero
cuando te recolocas de espaldas,
─entornados los ojos─
y escuchas los deleitosos suspiros
musicales de la naturaleza.

27 julio 2015

LOS ESPACIOS Y LAS ESTACIONES



El verano es un espacio bronceado
y de escotes profundos,
sed sempiterna, siesta,
ventanas abiertas y pérgolas
arracimadas de generosa umbría
y pieles curtidas como badanas.

La primavera tiene mayor predicamento,
pero el sol juega al escondite
y se alterna con los días lluviosos;
la floración  ─con frecuencia─
es de consecuencias asmáticas
que se confunden con las toses
del gélido e interiorista invierno,
que se quedó arrinconado
con deshielos arrepentimientos.

El otoño es un respiro al agobio
angustioso como transitorio desierto
que llora por los visillos
la melancolía amarillenta
de las hojas inertes que se bambolean
en sus caídas ocres
de almas que fueron clorofila.

Por la contraventana del otoño,
─por una rendija imprudente─
se filtra un cuchillo de hielo
en el colchón del dormilón invierno:
quietud absoluta,  ventisca en el alero
que silba invitando al recogimiento;
unas brasas que no dan humo
y unos tizones renegrido
que quedaron al margen…

Descalzo, pisando el césped húmedo,
abrasado de sol y unturas protectoras,
pienso en esta cantera a cielo abierto
en la diversidad climática de la baraja,
y me quedo con el soleado verano
como cosecha perfecta para la holganza.

26 julio 2015

PENSANDO EN AJENO



Ayer fue jueves
y viene el viernes finiquitando julio
con el rigor ardiente
de este agostado verano
que llena las carreteras
de automovilistas
y van dejando las ciudades desoladas.

En verano, los mendigos no sudan,
lloran la orfandad de la gran estampida
camino de las playas,
donde todos queremos hacinarnos
para seguir viviendo
la saturación humana
y un descanso muy poco sosegado,
pero poder contarlo a la vuelta.

Sin óbolo, el calor es más riguroso,
más sediento e ignorado,
se ridiculizan las dimensiones
en el caldo del olvido
y los mendigos quedan a merced
de quienes no tuvieron para vacacionar;
tal vez por eso, sin habérmelo propuesto,
estoy pensando en lo ajeno.

25 julio 2015

VALS DE UNA NOCHE CALUROSA



El fagot, casi afónico, ronronea
la melodía pausada y pautada
─casi inaudible─
que acaba siendo subrayada
por el clarinete
y acentuada por el requinto…

Se ha iniciado el baile:
primero una pareja, luego varias,
finalmente toda la sala;
en el cristal de las lámparas
reverberan los sonidos
y los destellos se reflejan
en el charol de los zapatos.

En la piel del tambor
redoblan los adjetivos
y subyacen los adverbios,
y en los timbales se conjugan
ecos rotundos y atronadores
como señal oportuna para el metal…

El salón es ahora un sistémico
de pasos medidos, estudiados
y de giros voluptuosos.
Es en la danza, es el vals
lo que luego será en los brindis.

El concertino inicia un pianísimo
al que se van engrosando
como armónicos puntos de cadeneta
toda la reverberación de las cuerdas,
cuando la batuta agita los compases
con aires de allegro ma non troppo

Ella no encontró quien la sacara
y sale a la terraza para apagar
en el sofoco cálido de la noche
su desaire, su acaloramiento;
mientras los danzantes
ignoran sus ahogos como peonzas
que juegan a bailarines glamurosos.

24 julio 2015

CANCIÓN DE LOS RECUERDOS



Los recuerdos son los pilares
sobre los que he edificado mis días
y mañana el olvido irá destejiendo
la urdimbre
de este mortecino paso a paso
en el que todo se va emborronando.

En Marbella, cada vez son menos
las huellas de mis paseos juveniles:
todo remozado, todo recalificado,
todo revalorizado, todo judicializado,
todo duerme el polvoriento letargo
de los legajos hasta el olvido. Las noticias,
─como la juventud o el embarazo─
son enfermedades pasajeras
y acaban por sanar por sí solas.

Han renombrado las calles
─muchas de ellas─
han urbanizado el todo,
pero reconozco en el corazón,
─no en la epidermis─
lo que tallé en la memoria.
Veo a mis coetáneos
todos ellos envejecidos.
Si me mirara en el espejo
de sus ajados rostros,
rondaría el pretil de la ancianidad.

Mis recuerdos de antaño
reverdecen al tiempo que paso y piso
los espacios de mi juventud,
en los que se pulimentaron los hechos
con la constancia del gota a gota
sobre la sagrada piedra de la memoria,
que en breve se ha de debilitar.

23 julio 2015

GOLONDRINAS



El reloj, puntual de oficio,
golpea rotundas las horas
y las confusas medias.
En el momento exacto, arranca
el volteo de campanas
llamando a Oficios
y un revuelo de faldas
se agitan por entrar al templo.
En el tendido eléctrico,
las golondrinas duermen
la música de un pentagrama
insondable. Es el atardecer
y han ido tomando posiciones
negras sobre vanos claros.
Silencio. Están enmudecidas
de cansancio, por el largo navegar
desde el sur ardiente,
donde la aridez sepulta
toda vida y la soterra
hasta mejor ocasión.
Sobre la renglonadura alámbrica,
son elementos decorativos,
melodías silentes escritas al azar,
con supuesta armonía
según el arbitrario orden de llegada.

22 julio 2015

BOLERO



En la canción descubro
que otra alma fue herida
por este mismo acero
que me traspasa.
La canción, como el olvido,
se hace ovillo en la memoria
y celebra con júbilo descubrir
que en tu boca reside el sabor
de los frutos del bosque,
del que quedé preso sin condena.

No se olvida el paisaje
donde nos conocimos;
no se olvida aquel bolero
que al bailar tarareábamos;
no se olvida el sabor tímido
de aquel fugaz y consentido beso
que sabía a savia de ti misma,
cuya identidad todavía paladeo…

A veces titubeo y no doy a la primera
con las llaves, el teléfono o la palabra
que como sillar o tesela resuelva
la oración que tanto se resiste;
pero tu pálpito es, con la canción
y el lugar preciso, la escena
de aquel primer fuego en que
nos abrazamos y abrasamos el primer beso.

No quiero abandonar el ámbito
de este encuentro, donde sonido y sabor
se hacen uno confundiéndose
en el banquete de tu boca.

21 julio 2015

EL BANCO HABITADO



Media mañana, el sol se ha atrincherado,
adentrándose aguerrido por el levante
pero en esa zona del parque sigue reinando
la umbría bajo, los plátanos, por tiempo ilimitado.
El aspersor ha dictado su soniquete silabeante
de humedad y frescor, y el césped
ha recibido su media hora de lluvia
con dosis de fiesta y gran regocijo.
Él y su desaliño ocupan el banco a todo lo largo,
─botas de bocas abiertas incluidas─
así como ha debido perder la noción del tiempo,
así también el de las estaciones
y usa por armario sus propios hombros
con chalecos y chaquetas heredadas
con la generosidad que se amontonan sobre sí.
No tiene noción de tiempo ni espacio;
posiblemente ha pasado la noche deambulando
y duerme plácidamente cuando falta poco
para el medio día. Luenga barba,
como luengo es el desaliño. Grasa añeja
en sus guedejas. Más que dormido,
parece que vive una muerte transitoria
con su mano derecha aferrada a un tetrabrik
que disimula dentro de una bolsa de plástico.
Su drama no representado es el desarraigo
que le ha traído a esta situación de periferia,
donde la esperanza sólo usa un dígito: hoy.
Una vida de sobresalto que se nutre de poco
y del aire viciado de la ciudad y el olvido de todos.
El habitante del banco no es ni siquiera blanco
de las miradas, sino parte inservible
del mobiliario urbano, a quien nadie se acerca
y ni siquiera nadie ve: ignorar es un buen remedio
contra todo aquello que nos resulta molesto.

20 julio 2015

MELODÍA



En este solaz de soledad
y de silencio, la mar es caracola
audible que mece las aguas a ritmo
con la voluntad del seguidismo pautado.

Amanece; el sol quiere
ser amarillo pálido, pajizo, incipiente,
todavía desarmado de saetas
hirientes sobre el piélago verdoso.

No hay huellas en la playa;
la goma de borrar del agua
ha peinado el rebalaje
y la ha planchado de todo indicio.

Este regocijo, este silencio es enturbiado
con el eco lejano
de un barco sin silueta;
poco después, en el infinito,
va apareciendo una leve mancha
parda, que acentúa el machaqueo
de un motor que, al poco
es presencia en movimiento
y va dejando una estela desdibujada
que acaba por apagarse sin estridencias.
Ahora, más cerca, le sigue una formación
de gaviotas con inquietud de búsqueda.
Ya ha amanecido, el sol es presencia
rígida, todavía no rabiosa, pero pronto
será acicate para llenar
este espacio de bañistas
que atropellarán esta deliciosa melodía.

19 julio 2015

COMPLEMENTARIOS



Cuando dices árbol,
yo pienso en fruto, en el trabajo
sin esfuerzo ni pausa.

Cuando dices nube,
yo pienso en lluvia, en agua no buscada
para la que no abrí el grifo.

Cuando dices monte,
yo pienso en los brazos capaces de apilar
tal cantidad de piedras.

Cuando dices río,
me recojo y encauzo mis dispersos pensamientos
para hacerme afluente.

Cuando dices sombrero,
yo pienso en la cinta que lo adorna
y cómo ciñe tu cabeza.

Cuando dices yedra,
yo pienso en la torpeza de mis dedos
para escalar sin pausa a tu cabeza.

Cuando dices aire,
siento celos de no envolver tu piel
para ser quien te roza.

Cuando dices cerradura,
pienso en ser llave, férrea llave
para abrir tu corazón al mío.

Cuando dices fuego,
yo pienso en el ardor de mi corazón
que quiere apagarse en ti.

Cuando dices mi nombre,
yo vengo al punto y me pongo y dispongo
para ofrecerme a tu servicio.

18 julio 2015

EN ESTE TIEMPO



En este tiempo angosto,
donde los caminos son bullicios,
nadie anuncia proximidad
con el eco de sus cánticos,
pero portan auriculares de cabezas gachas
en la anodina individualidad
de una ostensible sordera común.

Por el ojo patío, ya no cantan
las vecinas las coplas de moda,
ni hablan del escándalo
del inquilino del quinto derecha;
a veces el ruido metálico
que reclama avisar al servicio
técnico de una lavadora.

En este tiempo presente
de las redes sociales,
sabemos más de Argentina o México
que del tono de voz
de quien baja o sube
en nuestro mismo ascensor.

Hace unos días, en la gaditana
Plaza de las Flores
─contradiciendo los tiempos─
se entonaba el camarero por alegrías,
al tiempo que tomaba la comanda;
en este y en todo tiempo,
las personas marcan las diferencias
fuera del dictado de las modas.